Thursday, October 11, 2012

Los Cincuenta Años Del Concilio: La Misa después del Concilio Vaticano II, Un Evento Participativo



Bienvenidos a una de las series de los blogs sobre el Concilio Vaticano II. Cada nota examina uno de los 16 documentos producidos por los Padres del Concilio durante esa ocasión extraordinaria en la historia de la Iglesia. El Vaticano II, que unificó a los obispos del mundo, se fundó hace cincuenta años, el 11 de Octubre de 1962, en la Basílica de San Pedro.




Haciendo un repaso a los últimos 50 años desde el inicio del Concilio Vaticano II, está claro que los efectos más obvios de la labor del Concilio se han visto en la Liturgia, especialmente en la celebración de la Misa.  Sacrosanctum Concilium, que es la Constitución de la Sagrada Liturgia, fue el primero de los grandes documentos que desarrolló el Concilio, y que marcó el camino para la  reforma de la Liturgia.  Su influencia, todavía visible hoy, continúa guiando la celebración de la Misa y de los otros sacramentos.  Hay cinco puntos del Sacrosanctum Concilium  que sobresalen y perviven:

1.      Participación: Una declaración del Concilio frecuentemente citada es el párrafo 14 de la Constitución de la Liturgia: La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma”.   Cuando la Iglesia se reúne para celebrar la Misa o cualquier otro sacramento, los allí congregados toman parte de lo que está sucediendo como una unidad, bien sea rezando todos  en voz alta, cantando, manteniéndose de pie, arrodillándose, moviéndose en procesión, y, para otros realizando funciones específicas como son sirviendo como acólitos, proclamando las lecturas de las Escrituras, o presidiendo la celebración (el sacerdote).  Estos cambios en la liturgia que ahora tomamos  por consabido, requirieron varios pasos para fomentar y expresar la obra de Jesús por medio de nuestra participación interior del corazón y la mente.  En la Misa todos los fieles participan en la presentación de las ofrendas, y de este modo se ofrecen ellos mismos al Señor con su devoción y su vida de servicio.

2.      Enculturación: Aunque los católicos de todo el mundo celebramos la misma Misa, lo hacemos en nuestras propias lenguas, tomando los elementos propios de nuestras culturas, como son estilos y formas de música, arte, arquitectura, y orando por lo que más nos preocupa.  La Liturgia es la experiencia de la presencia salvífica de Dios como también es la expresión de quiénes somos delante de Dios.  En una sociedad culturalmente diversa, aún somos retados a celebrar la Liturgia de manera que podamos rendir culto y orar. 

3.      Ministerio: Antes de las reformas litúrgicas del Concilio, la Liturgia era vista como la labor del sacerdote y de aquellos pocos que lo asistían en el altar.  Hoy la Liturgia está apoyada en una variedad de ministros (diáconos, lectores, acólitos, ministros de la música, etc.), y la labor de la Iglesia se lleva a cabo diariamente por un amplio espectro de personas que sirven, dirigen y enseñan en nombre de la Iglesia. 

4.      Catequesis: Las reformas litúrgicas introducidas en los años que siguieron al Concilio Vaticano Segundo requirieron mucha explicación e instrucción.  La Constitución de la Sagrada Liturgia hizo mucho hincapié en la enseñanza como una forma efectiva y fructífera de conducir a los fieles a participar en la Liturgia.  Hoy continuamos enseñando lo que significa la Misa y como rendir culto correctamente.  Por ejemplo, recientemente las diócesis y parroquias hicieron un gran esfuerzo en instruir a los fieles sobre la Misa en preparación a la presentación de la Tercera Edición del Misal Romano.

5.      Misión: El Sacrosanctum Concilium enseña que la Liturgia es “fuente y cumbre” de la vida cristiana (ver párrafo 10).  En la Misa no nos reunimos solamente para rendir culto, sino también para revigorizarnos y poder seguir con la misión de cumplir con los mandamientos, y por encima de todo, amar a Dios y amar a nuestro hermano.  Y la Misa concluye con ese recordatorio: “Vayan en paz para glorificar al Señor con sus vidas”. 

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Arzobispo Aymond de Nueva Orleans dirige el Comité para el Culto Divino de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

 

 

 

 

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